Tus comentarios son bienvenidos, me gusta leer lo que piensas al respecto, si te gustó, te recordó algo, te hizo sentir algo, etcétera. Tus palabras son un apoyo para que siga escribiendo y también una crítica constructiva para que mejore mis fragmentos. Gracias por leerlos.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Dark Blue Sky

We were both walking under a dark blue sky. It was so beautiful yet so unreal. Like walking under the deep ocean, far below the creatures that don’t exist. It felt like I’ve been there before. But it is so different now that you are here. I’d point at the brightest star, and now there would be someone to look upside and smile. And I’d smile back at you a thousand times just for the simple fact of listening to me. If our feet were walking on sand, I bet yours will be right beside mine, always. If our hairs were blown by the wind, I bet they would tangle. And I bet our hands would keep us warm during the ice-cold dark blue night lit-up by the moon and the stars that stood like a frozen sea before us. No matter how far we walk, we chose an endless path. If we want a world without gravity, we may create it. If we want a sunny day, we may have it. If we want to sink our legs into mud, we may do so. If we want to touch the clouds, we may fly through the high sky to achieve it. We may even live inside a whale if we want to.
You see… when I came down here by myself, I used to lie in the white sand letting the waves moist my feet and burying my sight in the upper sky. But now, I think we’ve found ourselves in the same trail. How amusing.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Moretones

Creo que a veces puedo durar hasta más de media hora, parada en un solo lugar, haciendo nada. Generalmente me quito los zapatos para que mis pies estén más libres y flexibles en caso de que comience a correr inconscientemente. Inconscientemente porque realmente no estoy lúcida cuando mis pensamientos se apoderan de mi cuerpo tanto física como mentalmente. Uh, eso suena aterrorizante. La verdad, me refiero a cuando me pongo a imaginar cosas. Eventos nuevos, originales, que sólo pasan por mi mente. Me absorbo en mi imaginación, incluso durante horas, repitiendo la misma escena una y otra y otra vez. Perfeccionándola, cambiando ligeramente la historia, añadiendo sentimientos cada vez más profundos, con más colores, con más aromas y con más sabores. Lo tedioso es que tengo que trabajar con la misma escena durante horas hasta quedar satisfecha (o ser interrumpida) para olvidarla dos semanas después (porque todos los días invento algo nuevo, de manera que sería imposible mantener a flote todas esas ideas siempre). Inclusive hay momentos en que me doy cuenta que estoy brincando, en el mismo lugar, con mi cuerpo aún rígido. Entonces paro y me río de mi propia ridiculez. He ahí mis intentos instintivos para despegar mis pies de éste mundo. Me pregunto cuándo comencé a depender tanto de mis fantasías. Ahora, cada vez que termino de leer un libro, ver una película, observar una imagen… tomo mi postura habitual en el segundo piso frente a la ventana, desde donde observo la majestuosidad de las montañas que relajan mis sentidos y me preparan para sumergirme en un mundo que, hasta el momento, sólo yo conozco. Naturalmente me aseguro de que nadie más esté ahí. Nunca me he perdido en mis pensamientos tan intensamente cuando hay personas cerca. De seguro, si me vieras en mi estado de trance, pensarías que estoy pasando por una crisis psicológica con los gestos que mi cara hace sin mi permiso cuando comienzo a pensar en una de mis escenas. Es que es más fácil añadirles emociones penetrantes si me coloco en la cabeza de cada uno de mis personajes. Y sería aún más traumatizante que comenzara a saltar o a correr de la nada. Y precisamente porque mis piernas comienzan a correr sin mi aprobación, termino despertando cuando me golpeo con algo. He ahí la explicación a mis misteriosos y prolíferos moretones.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Boca arriba sobre la rama de un árbol

¿Cuántas veces te has tirado boca arriba sobre la rama de un árbol? Tu piel en contacto con la vida que no acostumbras ver. Todos los momentos salvajes grabados en cada una de las capas de su corteza. Es como escribir sin tinta ni pintura ni carboncillo. Es como escribir imágenes incoloras. Todo toma vida cuando ves tus oscuros párpados desde dentro. Los aromas, todos, están guardados en las hojas y el viento las despierta para que los conozcas. Estás más arriba de lo normal y aún así sientes que estás tan abajo. Como tratando de ver el sol a través del agua y sintiendo al mismo tiempo el clima fresco. Te inunda el brillo que va tirando las gotas de las hojas. Todo es tan rápido y tú lo ves tan lento. Escuchas incluso el tintinar de las perlitas translúcidas quebrándose contra los guijarros de los ríos tomando su vida y esparciéndola por el mundo. Y aunque no lo tocas, tú también te llenas de vida. Tu mirada fija. Tus ojos se van tornando ámbar con el sol y contrastan con los circonios y los zafiros que poco a poco van dándote vida. Y mientras tanto, tratas de mantener todas las imágenes de los recuerdos que llegan a tu cabeza. El tiempo no es suficiente y a pesar de que parece estar comenzando, estás conciente de que no va a bastar. Tus brazos no pueden repeler la gravedad y sientes los músculos cobrando vida. Las venas llenándose de sangre una vez más. Todo guarda silencio esperando verte izarte de nuevo. Ultimar lo que no terminaste.
Un día, todas las flores debajo sonrieron sus pétalos contra tu piel. Un día, el agua debajo lavó tus heridas. Un día, la tierra debajo grabó tus memorias para siempre. Un día, las hierbas debajo te guardaron de los peligros. Un día, el cielo arriba te mostró tu mundo. Un día, las nubes arriba te mostraron todos los mundos que no conoces. Un día, el sol arriba te abrasó con su luz. Una noche, la luna arriba te sedujo eternamente. Una noche, las estrellas arriba te mostraron su legítima belleza. Entonces dijiste al viento, a pesar de no ser cierto, que lo más hermoso que habías visto desapareció por la mañana.
Más tarde te diste cuenta de tu mentira, cuando los árboles comenzaron a cantar una inmortal canción de amor. Cuando estabas tirada boca arriba sobre la rama de un árbol, y acompañada de alguien aún más precioso y agraciado. Entonces dijiste al viento, lo que ahora sí era cierto, que lo más hermoso que habías visto desapareció una noche.
Ahora miramos desde las copas de los árboles y con los pies en el cielo, cómo emprendes la búsqueda de ese amor extraviado.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Chico Misterioso

Prefacio

7:30 de la mañana. Cinco minutos justo antes de que pase lista la maestra del curso. Tomo el primer asiento de la fila de la orilla, junto a la puerta. Si no estoy poniendo atención a la clase, estoy platicando con mi amiga. Y si no estoy platicando con ella, estoy en la luna. Fácil, predecible.
Curiosamente, frecuentemente olvido la existencia del individuo sentado silenciosamente en el extremo opuesto del que me encuentro yo. No me preguntes su nombre, porque la verdad no lo sé. Sólo sé que es de buena apariencia, delgado, aperlado, cabello oscuro con un corte que le sienta bien, no muy alto pero aceptable y ojos pequeños. Serio. Supongo que se siente extremadamente agobiado por tener que venir al curso. Mas nunca he logrado percibir alguna emoción fuerte en la expresión de su cara. Si no me equivoco, sólo atiende esa clase en la mañana y, que yo sepa, nadie lo había visto nunca antes en el campus.
Yo tenía la interesante teoría de que al tipo sólo le faltaba pasar literatura para terminar sus estudios de preparatoria, y había venido a nuestro campus porque le daba vergüenza regresar por cuarto año consecutivo al suyo.
Sin embargo, mi asombrosa y realista teoría tomó un vuelco repentino cuando, la semana pasada durante el debate, este sujeto se puso de pie y comenzó a dar un discurso de persuasión increíblemente bien formulado. La articulación de las palabras acompañado de su grave voz fue totalmente inesperado. Captó la atención de todo el grupo y dejó a la maestra con el ojo cuadrado.
Al parecer, él hizo el discurso. Y aunque no lo haya hecho él, su presentación fue sorprendente. Definitivamente no puede estar repitiendo el curso. Es imposible que sea un inútil en el tema. Mi teoría es incorrecta.
De manera que el misterioso muchachito me ha dejado con la inspiración y la imaginación a flor de piel.

domingo, 26 de octubre de 2008

Terrones de Azúcar

Todas las noches salgo al balcón para trabajar con mi maquinita. Los espejitos del embudo se roban la luz de las estrellas y le doy vuelta a la manivela para que quiebre los trocitos de luz y los convierta en brillantes polvos de estrella que van cayendo al frasquito de vidrio. Cuando he llenado el frasquito lo tapo con el corcho, y por la mañana lo cuelgo alrededor de mi cuello, con la cadena de filigrana de plata que me obsequiaron mis padres, para que el polvo brillante absorba mis momentos felices. Todas las sonrisas, todas las carcajadas, todos los saltos, todas las miradas, todas las sorpresas, todos los abrazos, todas las caricias, todas las palabras que nos llenan de vida. Todos los momentos felices se graban en la memoria de mis polvos de estrellas que descansan en mi pecho amarrados por el cuello.

Cuando regreso a mi hogar y el día ha terminado, me tiro al piso y saco un pequeño cofre de madera de roble que está debajo de mi cama. Detrás del retrato en la pared sobre mi cama, donde tengo un año, se encuentra la llave de lapislázuli que abre el cofre de mi amado. Cada vez que mi astronauta regresa del espacio me regala polen, su amor y una noche de pasión. En el cofrecito guardo el polen de las flores rojas y rocosas de Marte que me trae cada vez que termina su viaje.

Con el polen hago mieles dulces que me sirven para hacer los terrones. Mi felicidad en las estrellas y la miel de mi amor se juntan en una cazuelita de bronce naranja donde se cocina el jarabe a fuego lento. Cuando ya está listo, lo vierto en los moldes para hacer cubitos de hielo y los coloco en el marco de la ventana, donde los cálidos rayos del sol le darán el toque final y llenarán de vida mi trabajo.

Así que cuando veo a alguien triste, le regalo un abrazo, mi consuelo y un terrón. Le comparto un trozo de mi trabajo, mi amor y, sobretodo, mi felicidad.

viernes, 25 de julio de 2008

Bala

El ruido te deja sordo. El aire se rompe cada vez más cerca de ti. Las ondas suenan detrás como la estela de una estrella fugaz. El impacto inesperado empuja tu pecho hacia atrás, la inercia deja que tu cabeza se incline hacia adelante. Tu cerebro ya no controla tu cuerpo. Te dejas llevar por el golpe. Tus atrofiados nervios no sienten dolor. No sabes lo que pasa. No sabes si estás muerto. No recuerdas cómo se siente la vida. Tus pulmones se vacían y el aliento se te escapa entre los dientes. El frío sudor de tu frente se desliza hasta los orificios de tus orejas. No sabes si alguien más esta viendo porque tus ojos perdieron la necesidad de ver, perdieron el deseo de ver, perdieron la curiosidad de ver, porque lo último que viste fue el terror de tu muerte inminente. Ah, eso fue lo que te pasó. Bloqueas tu cerebro de todo recuerdo y conocimiento. Tu corazón se paraliza, lo sientes frío. Tu sangre va calentando el resto de tu cuerpo hasta el helado suelo. El apestoso líquido emanando de tu pecho se cuela entre tus dedos, inmóviles en el piso. El terror es tan abrasador que no queda valor alguno para intentar un movimiento. El pánico moja tus ojos, esos que tratan de contener el agudo llanto de la derrota. Es como si estuvieras nadando en aguas saladas. El asqueroso sudor, las lágrimas y la sangre, hacen que se te peguen las ropas al cuerpo. Los zapatos están bien atados y te impiden nadar a la superficie. Estás atorado en el último sueño de tu vida, ese que pensaste que jamás ibas a soñar. Ese sueño único, en el que no despiertas después, sino que duermes siempre.

jueves, 24 de julio de 2008

Amanecer

Un niño frente al mar, con ropas blancas que ondeaban en el aire como las gaviotas flotan sobre el agua, dejaba que la brisa fresca del amanecer le acariciara la cara. Sus ojos cerrados, expresión serena, sus pies se hundían más en la arena con cada oleada. Inmóvil, respiraba el aire salado, lo saboreaba. Inmóvil, sentía el agua helada y la arena entre sus dedos. Inmóvil, escuchaba las aves, las olas, el chocar de las hojas de las palmas, el coco que caía en la arena y los pasos que se acercaban.
La niña sujetaba su sombrero de playa con una mano mientras caminaba hacia el chico que se encontraba frente a ella. El aire le volaba el vestido blanco, la arena y las olas le hundían los pies descalzos, pero estaba distraída. Miraba a aquel niño extrañada. ¿Por qué tenía los ojos cerrados justo cuando estaba amaneciendo? ¿Por qué no veía el hermoso espectáculo en aquel horizonte naranja? Era bellísimo, y aún así, él no lo miraba.
Ella llegó hasta donde estaba el chico y le hizo la pregunta. “¿Por qué tienes los ojos cerrados?” su voz era suave, dulce, comprensiva, pero él la ignoró, y ella intentó de nuevo. “Mira, el sol está saliendo. Te estás perdiendo de la belleza del amanecer.”
“La belleza no sólo se ve, también se escucha,” Su voz era de ensueño. Inesperadamente, el niño se volvió hacia ella sin abrir los ojos, dejando el horizonte de lado para estar de frente con su visitante. Ella se sorprendió y esperó ansiosa a que terminara su respuesta, aún sosteniendo su sombrero con una mano. “se siente,” entonces él levantó su mano lentamente, tocando la mano de la chica con las suaves yemas de sus dedos, deslizándolos hasta su codo, su hombro, su cuello, su cara. A ella se le puso la piel chinita “se huele,” el chico acercó su cara al cuello de la niña acariciándolo con su nariz, aspirando su perfume natural. Las mejillas de la niña se sonrojaron “sabe.” Entonces el pulso de ella se aceleró más, ahora las caras de ambos estaban frente a frente. Ella con los ojos brillantes, él con los ojos todavía cerrados. El viento soplaba en sus cuerpos, y voló el sombrero de la niña. El último tibio rayo de sol iluminó la escena y por un momento ninguno escuchó nada. Y él la estiró hacia arriba con sus manos en su cara y ella cedió y se paró en las puntas de sus pies y compartieron su calor humano a través de sus labios, con los ojos cerrados. Por un largo minuto sintieron la hendidura de la boca del otro, el sabor de los labios del otro. Y su primer beso supo a sal. Y su primer beso los hizo flotar en las olas, lejos de la arena. Y su primer beso les revolvió el cabello con el aleteo de las gaviotas. Y su primer beso fue más bello que el sol saliendo del mar.
Cuando ella regresó sus talones a la arena mojada, entonces él abrió los ojos y ella entendió. Sus hermosos ojos verdes se filtraban a través del velo blanco de su ceguera.
“Tu ves, y sólo así reconoces la belleza. Yo no veo, pero reconozco la belleza de mil maneras.”

Persona De Mente

En viejas hojas manchadas con tinta
Se esconde lo que jamás cambiaria
Lo que decidí inconscientemente
Lo que perdí por no ser tan fuerte

Tanto tiempo había pasado
No recordaba lo que tenia
Sin embargo eso me llena la mente
Y me pierdo dentro de mí
Porque fuera, no tengo nada

Porque fuera se encojen las paredes
Aplastan mi cara contra ventanas
Me encierro yo sola
Mientras el resto se pierde

Si tuviera más habilidades
Si fuera en verdad
Como soy en mentiras
No estaría aquí como me miras

Y lo que veo brillar
Es simple tortura
Veo aquella luz que lo ilumina y le da forma
Pero no es realidad, solo una sombra.

miércoles, 23 de julio de 2008

Una herida de lápiz

En el tercer piso del aula y la mesa más cercana al pizarrón, estaba sentada tratando de resolver los problemas de trigonometría que eran de tarea para esa clase. Mi lápiz casi quemaba el papel de tan rápido que lo movía en la hoja de mi libreta intentando terminar antes de que la maestra llegara, pidiera la tarea y empezara la clase. Sólo me faltaba el último cuando un compañero se sentó a mi lado y otros dos se pararon frente a mí. Todos reían entre dientes intentando disimular su felicidad, o su burla.
“Lucy,” miré de reojo a Gibran, el que estaba a mi lado “¿es cierto que la primera vez que besaste a Arnau estabas… borracha?”
En ese momento, todos estallaron en carcajadas, sentí como mi rostro se llenó de rabia, estaba roja, y eso los hizo reír aún más. Incluso otras personas que estaban en el salón voltearon a ver, contagiados de risa.
Tic.
“¡Au!” Estaba a punto de gritarles en la cara cuando me di cuenta que mi lápiz se había partido en dos dentro de mi puño y unas gotitas de sangre se incorporaban a mi tarea. Sacudí mi mano lanzando los trozos del lápiz ensangrentados, me miré la palma y la rajada aún tenía astillas, se veía horrible.
“¡Lucía, ¿estás bien?!”
“Tienes que ir al baño, a lavarte,”
“Sí, sino se te va a infectar.”
“Lárguense.” les contesté gruñendo con una de esas miradas asesinas. Qué desgracia que no pude pensar en otra manera de desquitar mi ira. Inmediatamente se alejaron de mí, haciendo espacio para que respirara y me tranquilizara un poco, pero mis manos seguían temblando del enojo. Si intentaba sacarme las astillas, me iba a abrir más la herida. No tuve remedio mas que fingir que estaba normal y acomodé mi mano boca arriba sobre mi pierna. Sólo tenía que esperar una hora, después iría a la enfermería para que me dieran un curita.

Fue la hora más larga de todas las que había vivido en la escuela, sobretodo porque ahora tenía que escribir con la zurda, ni siquiera entendía los garabatos que escribía. Pero, más importante que eso, ¿quién le había dicho a Gibran y sus compinches sobre ese acto inconsciente que me había costado tanto esconder?
Vagando en mis recuerdos encontré el archivo de esa velada. Mi cerebro era como una computadora: recordaba con exactitud todo lo que hacía; pero no me era tan fácil olvidar como hacer clic en eliminar.

Un día, después de haber conocido a Arnau hace unos meses, salimos al parque. Dos semanas después salimos otra vez a una reserva natural. Él sabe cómo me encanta la naturaleza, por eso me lleva a esos lugares tan pacíficos y tranquilos que me vacían los pensamientos y me enfocan en el momento. Esas dos veces me miró a los ojos y me dijo con una voz suave de ensueño “Te quiero y mucho”. Esas palabras que tanto odio, esas palabras que se roban la diversión y me hacen pensar de nuevo en cómo contestar la pregunta que se avecina, ¿debo ser dulce o realista y cruel?, casi siempre optaba por la segunda opción. “¿Quieres ser mi novia?” ahí está la pregunta, ahora toca mi respuesta.
“No.” Parecía que la palabra salía desde mis adentros, con tanta indiferencia y monotonía que hasta yo misma me sentía mal, mas nunca me arrepentía.
Y él me miraba, no con tristeza, sino con unos ojos disgustados, casi enojado, como si vieran el fondo de mi cabeza, mi corazón, como si él me conociera más a mí que yo a mí misma. En ese momento me olvidaba de mi lástima y rompía el contacto visual irritada.

Un mes después me invitó a salir, no me dijo a dónde. Simplemente condujo entre las calles de la ciudad, nos estacionamos, caminamos hombro a hombro en la oscuridad de la noche hasta llegar a nuestro destino.
“Un antro” miré el lugar por fuera, estaba lleno de gente y luces de colores. El aire arrastraba consigo el olor a cigarro y licor. Era desagradable, no me gustan esos lugares. Volví mi cabeza hacia él “Arnau, ¿porqué me trajiste a un antro?”
“Sólo quiero que conozcas más tu ciudad, es todo. Cultura general.” Se rió entre dientes como si estuviera tramando algo, pero creo que más bien se reía de mi cara de asombro y disgusto.
“Ugh.”, miré de nuevo hacia al frente, donde se encontraba mi destino de ésta noche, luego volteé hacia ambos lados para cerciorarme de que no vinieran carros y cruzamos la calle.

Dentro del lugar, las luces se movían al ritmo de la música y el calor humano comenzaba a agobiar mis sentidos. El bullicio más el sonido era aún más molesto, ensordecedor. Arnau comenzó a arrastrarme hacia donde la mayoría de la gente estaba bailando, aunque a mi me parecía que todos bailaban en todos lados. Varias de las fulanas que estaban dentro lo miraban como si quisieran pasar la noche con él, que asco. Es cierto que Arnau era alto y fornido, guapo. No quería ni imaginarlo dentro de ese mar de alimañas. Entonces lo tomé fuerte del brazo para que me volteara a ver, y como sabía que ni gritando iba a lograr que escuchara mi voz, le dije mediante señas que no quería bailar, la verdad no bailaba. Él me entendió de inmediato y cambiamos de dirección en sentido contrario hacia el bar. Como estaba lejos de la música entonces podíamos escucharnos un poco, pero seguía siendo incómodo tener que estar ahí, gritando. Aún así era tolerante, después de todo él y yo siempre íbamos a lugares de mi agrado, supongo que le tocaba escoger a él y no está en mi naturaleza ser una aguafiestas, creo que podía sobrevivir una noche. Pero a partir de ahora le preguntaría a dónde me llevaría, porque realmente no me gusta éste lugar.

Al día siguiente, entre la garganta seca, el dolor de cabeza, el asco y los vómitos, logré pegar sucesos de la noche anterior en mi cabeza. Creo que perdí la cuenta de los vampiritos que tomé, Arnau estaba siendo muy gracioso y cuando salimos del lugar terminó coqueteándome, fue entonces que lo besé. Creo que mi ebriedad cedió a la pasión, sus labios suaves y decididos contra los míos, mis manos en su cara, su cuello, las suyas firmes y provocadoras en mi cintura, mi cuerpo contra el suyo… ¡Dios mío!
“¡Mamá!” le grité desde el baño donde estaba inclinada, preparada para vomitar de nuevo. “¡Mamá!” no sabía si quería saber que había pasado después. Entonces abrió la puerta y volteé hacia el umbral, allí estaba ella, irritada, supongo que era de esperarse.
“¿Qué pasó Lucía? No es necesario ir con el doctor, cuando termines aquí, bajas a comer porque ya voy a limpiar la cocina y no pienso recogerla después porque tengo un compromiso y…”
“No, no, no,” tomé una ligera bocanada de aire, lo suficiente para hablar y no vomitar de nuevo. “Ma, ¿a qué hora regresé ayer?”
“Ayer, Lucía,” me contestó enfadada “Arnau te trajo antes de que dieran las 10 de la noche, ¡no puedo creer que pierdas el control de las bebidas que tomas en menos de una hora! ¡Eres tan irresponsable, y es tu propia salud, tienes que estar más consciente de tus acciones, jovencita…” Ya había comenzado con el sermón, no tuve mas remedio que fingir uno de esos asquerosos sonidos de vómito para que me dejara en paz. “Lucy, ya sabes, a comer cuando termines.” Y cerró la puerta.
Gracias a Dios, no pasó nada esa noche, aún era inocente, aún conservaba mi castidad. Suspiré en alivio, pero las ansias de volver a ver a Arnau no se disiparon en lo más mínimo.

El dolor en la palma de mi mano me bajó de la luna justo antes de que la maestra terminara la clase. Guardé mis cosas con mi mano buena, me colgué la bolsa en el hombro y salí del salón después del resto de mis compañeros. Gibran y compañía me veían preocupados pero con ligeras sonrisas asomándose por sus bocas. Fruncí el ceño. Nadie más sabía lo que había hecho, habíamos ido a un lugar donde no había nadie conocido. Fue Arnau, él les dijo. Ya iba a ver, me lo voy a poner como camote. En cuanto lo vea va a lamentar haberme dejado embriagarme sola esa noche. Y para mi felicidad, ahí estaba él, recargado en la pared a lado de la puerta esperando a que yo saliera para escoltarme a mi próxima clase.

Me miró con una sonrisa que le llegaba hasta los ojos, estaba verdaderamente contento de verme, pero cuando se dio cuenta de que yo no estaba tan alegre, cambió la cara y antes de pronunciar una palabra le hablé.
“Arnau.” mi voz desafiante, pero antes de poder seguir, vio la palma de mi mano manchada y herida. La tomó en contra de mi voluntad.
“Lucy, ¿qué te pasó?” su expresión preocupada, dulce, consoladora y un ligero toque de decepción por no haber podido protegerme. Sin duda me enamoré del hombre correcto, pero no es el momento para dejarme querer, ahora estoy enojada. Liberé mi mano de la suya y la sostuve con la mía propia contra mi pecho.
“Fue por tu culpa.” Le dije. Frunció el entrecejo tratando de entender. “Eso me pasa por tus charlas sobre mi vida personal.”
“Ah,” entonces entendió, pero evadió el tema. “¿Quieres culparme por tu malestar cuando yo soy quien más cuida de ti?” Me enfurecí, ¿cómo se preocupa por mí y me deja embriagarme? Que incoherencia, ahora si me dan ganas de matarlo, siento la ira en mi sangre, mis puños cerrados con fuerza, el dolor de mi mano era insignificante contra los sentimientos que ahora están recorriendo mis venas. “¡No! ¡Te vas a lastimar más!” Intentó tomar mi mano de nuevo pero la moví hacia atrás rápidamente.
“¡No me toques!” le grité. Los pocos espectadores veían la escena en suspenso, casi divertidos.
“Te voy a llevar con un doctor,” No fue una pregunta “eso se ve muy mal.” Dijo indicando mi mano, aún suspendida en el aire detrás de mí. Se acercó para tomarme, pero actué rápido.
“No quiero ir con ningún doctor,” le dije entre dientes “si intentas cualquier cosa, ¡te juro que me abro esta herida!” lo dije con tanto odio que las exclamaciones de las personas viéndonos resonaron en el aire. Los dedos de mi mano izquierda amenazando la herida de la derecha.
“No entiendo cómo esos dos son novios, parece que están a punto de asesinarse el uno al otro.” El susurro de Gibran a sus amigos era irrelevante en este momento. Mi mirada y mis pensamientos estaban fijos en Arnau y en nadie más.
“No quieres hacer eso.” Se metió las manos a las bolsas del pantalón "Sabes Lucía, las cicatrices no son sensuales.” Sonrió sarcásticamente. Otra vez con sus chistecitos, ya saltaban las venas de mi frente y él estaba cada vez más cerca de su muerte.
“Ah, creo que es buena idea. Sabes, una cicatriz te recordaría toda la vida lo que te costó una plática imprudente con tus amiguitos.” Lo estaba culpando de nuevo, eso no le gustó. Sacó los puños de las bolsas y nos miramos con rabia por un largo minuto.
“Como quieras.” Dijo relajándose. Yo había ganado. Claro que debía de ganar, yo fui la afectada, ¡dos veces! Primero porque mi desagradable secreto sobre mis acciones inconscientes había sido revelado y segundo, porque me enterré un lápiz en la mano. Creo que lo dejaría vivir bajo libertad condicional, eso sería divertido.

Pasé por su lado sin siquiera mirarlo, con una gran sonrisa en mi cara y cuando estaba a punto de bajar las escaleras, alguien toma mi mano derecha, claro que sabía quién era.
“¿Qué…? ¡No!” me tomó fuerte de la mano de manera que nuestras palmas estaban encontradas y no podía atentar con herirme, y en el mismo segundo deslizó su brazo libre por debajo de mis rodillas para cargarme, en contra de mi voluntad, claro. “¡Bájame!” le supliqué. “¿Porqué haces esto?, ¿Arnau, porqué me haces esto?” me sentía intimidada en sus brazos, me manejó tan fácil, como si estuviera haciendo malabares con una manzana. Me apretaba contra su pecho, cálido y firme, y sentí cómo se aceleraba mi pulso. No es justo, ¿cómo quiere que me enoje con él si me hace esto?
“Estás mal. Tu mano está mal y tú estás mal. Necesitas ir con un doctor y yo te voy a llevar, quieras o no.” Sus palabras eran decididas, pero el ligero tono de preocupación no había desaparecido de su voz. Supongo que lo podía liberar de su sentencia, después de todo, talvez sí tenía razón. Aún así no me gustaba que me cargaran, mucho menos en un lugar público. Gracias a Dios, hacía varios minutos que había comenzado la siguiente clase y no había mucha gente deambulando en el campus. ¡La siguiente clase!, no me puedo atrasar.
“Arnau,” habíamos llegado al final de las escaleras “yo puedo caminar, no quiero que te lastimes la espalda por mi culpa.” Era un plan con maña, pero mi voz se escuchó sincera.
“¿Crees que no te conozco?” me contestó, mirándome con esos ojos de disgusto que penetraban el fondo de mi ser. “Eres tan terca como yo, así que por nada del mundo te voy a soltar hasta que estés bien amarrada al asiento del carro… además, no pesas nada.” En ese momento me dieron ganas de engordar, de convertirme en un hipopótamo o, mejor aún, en un elefante, para que se cayera por mi peso y se le quebraran las rodillas por hacerse el chistoso. ¿Cómo no voy a pesar nada? ¿Qué se cree, Superman? ¡Ja! Pero decidí dejar la discusión, él ya me había ganado.

Cuando llegamos al auto él abrió la puerta del carro, con un poco de dificultad por estar sosteniéndome con ambas manos y antes de que se inclinara para dejarme en el asiento, suspiré y relajé mi expresión, lo tomé de la cara por la mejilla y torné su rostro hacia el mío. Estábamos tan cerca que nuestras narices casi se tocaban y él me miraba fijamente con esos ojos cafés que no podía evitar dejar de mirar. Mi pulso se aceleró de nuevo, creo qué él lo sintió porque esbozó una ligera sonrisa por la cual mis mejillas se enrojecieron.
“No te voy a matar… lo prometo.” Le dije en un susurro. Ahora me miró extrañado pero un segundo después sonrió hasta los ojos. Sin dejar de mirarme se inclinó para dejarme en el asiento y me amarró con el cinturón de seguridad. Cerró la puerta y lo seguí con la mirada mientras rodeaba el carro hasta el asiento del conductor. Se introdujo y entonces encendió el motor.

martes, 8 de julio de 2008

En el 2012

Pasó el año 2000 y seguimos viviendo, pasó el 06/06/06 y seguimos viviendo, pero ahora hay muchas ideas retorcidas que dicen que algo sucederá en el 2012.

Algunos dicen que habrá un cambio considerable en la superficie del sol con respecto a sus manchas solares. Éstas tienen un campo magnético, y alrededor de esos años un científico de Discovery Channel prevé que se producirá una gran cantidad de manchas en el sol que intervendrán en distintos artefactos humanos como satélites, transmisiones eléctricas, sistemas de navegación, etc. que afectará la vida cotidiana de la gente en el mundo, entre otras cosas.

Otros estudiosos de los mayas dicen que habrá un cambio en la conciencia humana, una “transición espiritual”, pero no me introduciré en éste tema porque me parece un poco tonto. Un documento de Nacional Geographic nos habla de que en esos años ya casi no habrá hielo en el ártico. Y así hay muchas otras teorías que de aquí al 2012 van a tratar de venderte en documentales, libros, películas, canciones, etc. Será un gran negocio.

Yo creo que en el 2012, las sirenas y tritones del mar se van a revelar a la especie humana terrestre y nos van a decir: “¡Hey!, ya párale, estas calentando mi agua”. Y nosotros nos vamos a freakear, les vamos a tomar fotos, los vamos entrevistar y nos vamos a emocionar tanto que los vamos a pescar y cortar y los venderemos en pedacitos como souvenir de las vacaciones en la playa. Y los pobres peces-humanos desgraciados se van a enojar tanto que planearán una inundación para terminar con nuestra especie. Así es, todos los tritones y sirenas se van a tomar de las manos haciendo un enorme círculo y darán vueltas empujando el agua hasta la superficie para que nosotros nos ahoguemos de vergüenza por haberles hecho algo tan estúpido a la segunda especie más inteligente del planeta. (¿Por qué ellos son la segunda especie más inteligente y nosotros la primera?, pues porque nosotros caminamos, nadamos y volamos… ellos solo nadan.)

Pero la salvación para unos pocos terrestres será la navaja rosada. Ésta navaja no es nada más ni nada menos que una serie de perlas peregrinas rosadas (las perlas peregrinas tienen forma de lágrima) místicamente atadas a un mango de concha de abulón. ¿Pero por qué sería ésta nuestra salvación?

Las escamas de los seres acuáticos son duras y resistentes, sólo la navaja rosada puede desangrarlos de un solo corte. De hecho, a nosotros fácilmente nos partiría en dos, pero si se hace con cuidado, un pequeño rasguño en ambos tobillos y debajo de las mejillas podría mutar nuestro cuerpo para que las células marinas se fusionen con la carne transformándonos dolorosamente en humanos acuáticos. Claro que éste proceso tarda como una semana, pero es mejor que morir ahogado.

Obviamente los únicos que lograrían sobrevivir con éste proceso serían los canijos y egoístas, el resto de la raza se sumergirá en las penumbras del Océano Plañido. (Éste océano es el que se forma en las áreas ex-terrestres)

La verdad no sé que vaya a suceder en el 2012, talvez invente una novela sobre lo que acabo de escribir, le vendo los derechos a Warner Bros., hacen una película, me hago rica, etc. Eso sí cambiaría mi vida en el 2012. Al final de cuentas, supongo que tendremos que esperar para ver que sucede.

NÓTESE. Éste texto no es una investigación de ningún tipo ni está escrito minuciosamente. Fue creado para entretener únicamente. Al escribirlo, se leyeron los siguientes artículos:

domingo, 3 de febrero de 2008

Ficción

Ha de haber sido muy pequeña cuando dejó aquel lugar. Han pasado ocho años, y por más que intenta, no recuerda mucho. Su mente siempre se enfoca a un camino que es azotado por brisa salada y viento. Claro que también un colegio vaga por sus pensamientos, pero no es relevante… o al menos eso cree.

Está ya a un paso de comenzar a prepararse profesionalmente y se ocupa en sus estudios. A veces se le ve caminando sola por los pasillos para llegar a su siguiente clase. Su vida no es muy interesante, eso es lo que piensa la gente que la rodea. Sin embargo no sabe lo que se espera.

Hace cinco años, cuando era sólo una pequeña niña, ella conoció su primer amor. ¿Quién no?, todos se enamoran infantil e inocentemente de su compañero de clase. A esas dos criaturas se les fue el tiempo rápido, no los puedes culpar. Ella se fue por otro camino, no es la primera vez que sucedía, ni la última.

Escuela nueva. Allí no conoció amores, pero sí a los mejores amigos que pudo haber tenido en toda su vida. Leales, divertidos, impredecibles, cariñosos, inolvidables. Comenzó a tener tendencias diferentes, hobbies. Se adentró en el mundo ficticio de las películas, libros y series animadas que la rodeaban.

Ahora ella está a punto de crear la realidad en ficción y tragedia.

Hace poco menos de un año entró en contacto con Dante, quien un día le robó el corazón, pero sus gustos cambiaron totalmente y ambos se prestaron poca atención. Lo que no sabía, es que en