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miércoles, 10 de septiembre de 2014

No es la idea, es la persona

En nombre de mis compañeras: Claudia, Andrea, Liliana y una servidora, les platicaré un poco sobre nuestra experiencia durante la materia y el curso de verano, para que se den más o menos una idea de cómo funciona el proceso de emprendimiento. 
 
Hace un año exactamente, me encontraba igual que ustedes: cursando una materia que es obligatoria dentro del plan de estudios en un salón donde no conocía a casi nadie. 
 
La primera etapa, que probablemente ustedes ya pasaron, fue formar un equipo. Esta fue posiblemente la decisión más importante que hice para la materia, o mejor dicho: para nuestro proyecto, porque ya sabía cuál era el premio mayor: un curso en Europa el siguiente verano, y en ese momento estaba tan cerca de ganarlo como todos ustedes que están aquí sentados. Es por eso que yo quería ser parte de un equipo al que le importara la materia, que le echara ganas al proyecto y que tuviera como meta de corto plazo ganar ese premio. Unas de nosotras nos juntamos porque ya sabíamos cómo trabajamos, y otras cayeron en el equipo al azar. Lo cual es completamente normal, a veces trabajamos con gente que ya conocemos y otras veces vamos a estar con personas completamente nuevas. Pero esta es la primera recomendación que les hago: independientemente si ya conocen a sus compañeros o no, hagan su mejor esfuerzo y sean un buen equipo, porque al final, pueden ser muy bien recompensados.

Para estas alturas, después de un mes, seguíamos discutiendo la idea de negocio. No estábamos seguras de qué hacer. Pensábamos en ideas que ya existen en otro país, que conocimos cuando estuvimos de intercambio, alguna otra cosa que hubiéramos visto en las noticias o simplemente ocurrencias. Pero ninguna nos convencía. En ese momento nos dimos cuenta que teníamos que limitar nuestra fuente de ideas. Es por eso que decidimos poner sobre la mesa, ideas de negocio relacionadas con nuestra carrera. Es decir, ya todas estábamos en los últimos semestres, conocemos nuestra área a fondo, sabemos muy bien qué cosas ya existen y cuáles se pueden desarrollar a partir de las habilidades que hemos aprendido aquí. Somos casi unas expertas y tenemos todas las herramientas para trabajar en algo real. Y qué mejor que poner en práctica nuestros estudios de estos últimos años. Mi segunda recomendación para ustedes es: trabajen una idea en la que tengan conocimientos. Es muy probable que no todo el equipo esté familiarizado con el tema, pero seguramente será algo interesante que aprender, y durante la elaboración del plan de negocio, créanme que existe y hasta sobra lugar para que todos trabajen.

En nuestro caso, yo diría que encontrar y seleccionar la idea de negocio, fue la parte más difícil del proceso emprendedor. Queríamos crear un producto nuevo y atractivo para clientes e inversionistas, que al mismo tiempo fuera factible, tanto en producción como en economía. Para serles sincera, esta etapa nos costó muchas horas. Pero como resultado encontramos una idea, yo creo que, mejor que la que nos habíamos imaginado. Y una vez que sabes la idea, el camino es el mismo, bastante simple, no hay de otra mas que seguir adelante y empujarlo hacia arriba. Defines la propuesta de valor, lo más importante del modelo de negocios, y a partir de esto empiezas a acomodar el resto del contenido: quién es tu cliente, cuál es tu relación con él, cómo le harás llegar tu producto o servicio, que necesitas para producirlo: actividades, recursos, contactos, cuál es tu estructura de costos y cómo le vas a hacer para ganar dinero. Una vez teniendo la idea central, el resto se saca con lógica y creatividad. Y con esta información, poco a poco se va desarrollando el plan de negocios. Pero para hacerlo, tomen en cuenta que van a necesitar mucho tiempo y van a tener que practicar mucho su paciencia, tolerancia y perseverancia. Es por eso que el proyecto que elijan, les tiene que gustar mucho, apasionarles mucho, porque de ahora en adelante le van a dedicar una cantidad infinita de horas (y tazas de café).

Aprovechen también todas las clases que tengan con su maestro para aclarar dudas o para que les explique un poco más los conceptos que no conozcan. Recuerden que ellos están ahí para apoyarlos y quiere verlos con un trabajo exitoso que puedan presentar y defender frente a cualquier juez. Sus maestros van a ser su apoyo más grande e importante, ellos tienen ya varios años de experiencia y han escuchado todo tipo de proyectos. Cualquier duda que tengan, estoy segura que van a hacer todo lo posible por ayudarles a resolverla, como sucedió muchas veces, con nuestro caso. Recuerden que este proyecto se hace también con una red de contactos. Busquen apoyo de otras personas o maestros que los puedan guiar para encontrar información útil, por ejemplo, para hacer un análisis de la industria o bien, alguien que les ayude a interpretar indicadores financieros. Apóyense en la gente que conocen, porque casi siempre tienen algo valioso que aportar.

Todavía recuerdo cuando nos avisaron que pasamos a la muestra empresarial. Estábamos muy emocionadas porque fue la primera vez que alguien, fuera de nuestra red de contactos, leía el proyecto y le gustaba. Le dedicamos creo que un par de días enteros para tener toda la información lista: una presentación de Power Point, el poster, el pitch, la decoración del stand, en fin. Llegó el mero día y estábamos entre un mar de stands de proyectos emprendedores. Y para serles sincera yo me sentía nerviosa, porque, a pesar de saberme nuestro proyecto de memoria, por todas las horas que había trabajado en él, esta era la primera vez que iba a hablar frente a un juez o inversionista. Y lo que fuera que dijera, sería decisivo para dejarnos o no pasar a la siguiente etapa. Pero después de dos o tres veces de exponer, las siguientes ya nos salían como una plática natural. Después de todo, los inversionistas van para escucharte, unos incluso nos hicieron recomendaciones. 

Yo les voy a decir unas cosas que a los inversionistas les gusta escuchar, para que tomen nota.

Primero: les gustan las ideas que causen un cambio positivo en el entorno. Así que les recomendaría plantear una idea de negocio que solucione un problema.

Segundo: creen su proyecto con identidad mexicana. Nosotros tenemos las herramientas y capacidades para volver realidad una idea que provoque un cambio positivo, y quien mejor para recibirlo que nuestro propio país.

Tercero: piensen en grande. Una idea de negocio es más atractiva cuando puedes abarcar un gran mercado o un mercado valioso.

Cuarto: estudia tu proyecto. Piensa en las posibles preguntas que un inversionista te haría y prepárate para todo. Ellos quieren escuchar que eres un experto en tu tema.

Quinto: convéncete de que tu proyecto es el mejor. Apasiónate con tu proyecto, demuestra que tu idea tiene un futuro brillante. Porque los inversionistas, más que una buena idea, quieren ver cómo te brillan los ojos cuando hablas de tu idea de negocio. A un inversionista no le interesa de dónde sacaste la idea, si la inventaste tú, si la trajiste de otro país, no importa. Claro que tener una buena idea de negocio es importante, pero más que invertir en eso, el inversionista está invirtiendo en ti. En ti como persona, con pasión, con liderazgo, con convicción, con ganas de crecer, con ganas de sobresalir, con ganas de hacer un cambio, con ganas de enseñarle al mundo algo nuevo y bueno. Eso es en lo que invierten. Y la única manera de convencerlos a ellos, es convenciéndote a ti primero. Es lo único que necesitas hacer. Porque tú, en este momento ya tienes todas las herramientas, capacidades y habilidades para hacer cualquier cosa que te propongas. Lo único que tienes que hacer es creer en ti mismo y ser tu propia motivación. Porque ellos van a premiar el espíritu que quiera hacer realidad la propuesta de negocio.

Nuestro proyecto fue premiado por FRISA quienes nos dieron una beca completa para estudiar este verano en la escuela internacional de negocios de la universidad de Jönköping en Suecia, la cual está catalogada como una de las escuelas líderes a nivel mundial en el tema de emprendimiento. Y por lo que a mí me tocó vivir, estoy convencida de que sí fue una experiencia excelente que enriqueció aún más nuestro proyecto.

En la clase éramos unas 23 personas, tanto de México como del Reino Unido, Turquía, Inglaterra, Estados Unidos y Suecia. Y en cuatro semanas tuvimos maestros de todas partes del mundo: Italia, Alemania, Holanda, Grecia, Sudáfrica, en fin. Todos tenían una excelente preparación y disfruté cada una de las clases porque siempre teníamos un maestro experto en su tema. Ya sea para mercadotecnia, finanzas, etc. Y no solo la preparación de cada uno de ellos, sino la experiencia y los puntos de vista con las que nos planteaban situaciones nuevas. 

Básicamente el curso consistió en los mismos temas que vimos durante la clase de emprendedor. Pero también tuvimos talleres para entender mejor cómo aplicar los conceptos. Y una cosa muy importante que noté, es que nuestros maestros allá nos ponían cualquier ejemplo como un producto o servicio. Y haciendo un buen modelo de negocios, ya tenían algo que podían vender y que fuera exitoso. No estoy diciendo que el proceso de emprender sea fácil, para nada. Necesita mucho esfuerzo y va a pasar mucho tiempo antes de que podamos despegar con nuestra idea. A lo que me refiero es, no se quiebren la cabeza buscando vender un producto o dar un servicio que nadie jamás en la vida se le ha ocurrido antes. Porque un negocio puede salir de algo innovador, pero también puede funcionar simplemente proporcionando algo útil.

En el curso también tuvimos la oportunidad de ver temas que, por falta de tiempo, es algo que no se cubre en nuestro curso de emprendedor aquí en el Tec. Uno que me gustó mucho fue de cómo hacer un pitch. Porque para vender nuestra idea, nosotras tuvimos que aprender a dar toda la información importante y relevante en lo que dura una persona subiendo en un elevador, es decir, uno o dos minutos. Imagínense resumir su plan de negocios de casi cien páginas a una plática de un minuto. Pareciera casi imposible pero nosotras lo pudimos hacer. Y eso es algo que ustedes van a aprender también.

Recuerdo mucho también a nuestro maestro de Sudáfrica, a él le tocó darnos una clase sobre emprendimiento social y ese es un tema que no lo puede dar una persona que ha vivido toda su vida en un país de primer mundo como es Suecia, porque trata acerca de realizar una actividad económica cuyo objetivo sea beneficiar a las personas que tienen menos oportunidades. En Suecia es un caso que no se da mucho pero, al contrario, en México sería una idea interesante que desarrollar. Por eso, la diversidad cultural le agregó aún más valor a la experiencia que tuvimos mis compañeras y yo. Es una situación que te abre el panorama, te plantea la situación en la que vives y te da una idea para mejorarlo. El simple hecho de haber estado en Suecia cuatro semanas y poder vivir su calidad y estilo de vida, fue un aprendizaje increíble y una oportunidad única.

Y nuestra experiencia aquí en la incubadora de empresas ha sido excelente. Estamos trabajando con un asesor que ya tiene experiencia en el área y a veces eso es justamente lo que necesitas. Hablar de tu proyecto con una persona en quien puedas confiar y te de retroalimentación y consejos valiosos. A nosotras nos ha servido mucho trabajar con ellos, porque nosotras estando pensando en el proyecto todo el tiempo, a veces nos ciclábamos y sentíamos que se nos acababa el mundo. Pero nuestro asesor nos brinda un excelente apoyo y lo más importante, nos da dirección o una guía para saber cuál es el siguiente paso. Después de todo, nosotras también somos novatas en el área de emprendimiento y queremos tener un negocio exitoso.

Después, regresando del viaje, ni siquiera nos dimos cuenta en qué momento el sueño o la competencia se volvió en algo real. El avance se fue dando naturalmente y, a menudo, esto es lo que pasa cuando fluyes en el río correcto. Miras el paisaje y te das cuenta que todo tiene sentido y está en armonía con tus intereses. A pesar de que nunca lo hayas considerado así. Personalmente, yo vengo de una familia trabajadora. Mi padre es empleado en una empresa y obviamente la primera recomendación que me hace es “cuando te gradúes, encuentra un empleo”. Porque esa es la manera en que vive, la manera que conoce. Y mi caso seguramente es el caso de algunos de ustedes. Claro que tener un empleo también es algo muy bueno. Pero en este momento nosotros nos estamos dando cuenta de que tenemos varias opciones en la vida y tenemos la libertad de tomar la decisión que más nos guste y mejor se acomode a nuestro plan de vida. El privilegio que todos tenemos de estar aquí ahora, nos permite abrir nuestro panorama a un mundo de posibilidades. Y no quedarnos estancados con las mismas ideas de siempre, sino reflexionar: “¿qué más puedo hacer yo?”.

Y una vez que hayan encontrado la respuesta y decidan ser emprendedores como mi equipo y yo, lo más importante que necesitan es tener pasión por su proyecto. Y créanme que esta actitud, les va a abrir muchas puertas.

Y por último, les dejo una frase de Walt Disney: “Puedes crear, soñar y diseñar lo más hermoso en el mundo. Pero las personas son las que convierten un sueño en realidad.



Scarlett Elizondo


miércoles, 23 de abril de 2014

Maruchan

Este es tu martes especial. El primer martes en semanas que no tienes esa tediosa junta en equipo para hacer el proyecto final de la materia. Este martes por fin puedes regresar a casa temprano y ver todos los episodios que te faltan de la serie. Y para celebrar, has hecho una parada estratégica para comprar deditos de pescado y papas a la francesa para llevar. No es tu comida favorita, pero los precios del restaurante de la calle son bastante económicos y este platillo es definitivamente mejor que cenar sopa Maruchan por veinteavo día consecutivo. Sacas tu tarjeta feria (esa mugre que se inventaron los del Consejo Estatal del Transporte y Vialidad disque para agilizar el sistema y lo único que causa son más problemas), la deslizas por la máquina y pasas al andén de la línea dos del metro. Son las ocho de la noche y no queda mucha gente, pero alcanzas a distinguir la bolita de fufurufos de FIME que se creen mucho nada más porque se avientan maldiciones en alemán y creen que nadie les entiende. La verdad tú tampoco les entiendes pero la intención es evidente.
Pasaron diez largos minutos hasta que llegó el metro. Te introduces en el vagón mirando a nadie y tomas el dulce asiento de la victoria sabiendo que en tres estaciones llegarás a Santiago Tapia y, de ahí, solo caminarás cuatro cuadas a casa. Casi en casa. Donde prenderás tu laptop, cargarás el episodio y cenarás comida de verdad. En una mano: esas deliciosas papas a la francesa bañadas en cátsup Heinz, en la otra: un suculento dedito de pescado capeado cuidadosamente en aceite barato y sopeado en una cremosa salsa tártara con una intensa peste a mezcla de quesos caducos. Momento. A eso no huele tu salsa tártara.
Abres los ojos y a tu izquierda inmediata está sentado un hombre con traje militar manchado y desgarrado de los extremos. Tiene los pelos sebosos de la cabeza entre negros y canosos, hechos nudo y un gato café flacucho en su regazo.
- Eso es para mí, ¿verdad? – te pregunta señalando tu bolsa de comida con su dedo. Puedes jurar que viste una lombricita moviéndose debajo de media uña que le quedaba en la punta de su índice. Le miras la cara de nuevo y ahora él te pinta una sonrisa con sus dientes amarillos entre sus labios resecos y un gran agujero donde le faltan los dos incisivos centrales superiores.
-No. – le contestas temeroso a un volumen mínimo.
Alcanzas a ver con el rabillo del ojo, cómo la cara del vagabundo va cambiando de emociones hasta llegar a una tristeza que comparte acariciando el lomo medio pelón del gato.
- ¿Sabes cómo se llama mi gatita peshosha? – te pregunta él, cambiando de tema.
- No… -
- “La Maga” – te dice con aires misteriosos (y apestosos).
- Chido. – le contestas apretando tu bolsa con comida.
- ¿Sabes por qué se llama “La Maga”? – no alcanzaste ni a formular un sonido con tu boca cuando él solo se contestó la pregunta – ¡Porque hace trucos de magia! ¿Quieres ver? Mira-mira-mira-mira…
Colocó la gata en el piso del vagón y ésta, sentada, comenzó a convulsionar de una manera espantosa haciendo sonidos de ahogo hasta que escupió una babosa bola de pelos mientras el vagabundo seguía gritando “¡MIRA-MIRA-MIRA-MIRA-MIRA…!” y entonces, la gata se para, da una vuelta alrededor de la bola de pelos y se sienta sobre ella, escondiéndola sutilmente bajo su trasero.
- ¡TA-RÁ! ¡DESAPARECIÓ! ¡MAGIA! – grita el vagabundo mientras tú te recorres un poco más lejos en el asiento. - ¡¿VISTE?!
- Sí, sí, sí ví. – le contestas a media operación de escape.
- Ahora, ¿sabes cómo me llamo yo? – te pregunta el vagabundo. Y nuevamente, antes de que puedas contestar nada, se acerca y te dice en voz bajita con aliento fétido – Magic Juan.
En ese momento se te viene a la mente la película donde sale Channing Tatum bailando provocativamente frente a un público de puras mujeres, presumiendo sus pectorales depilados y moviendo sus caderas poderosas portando apenas unas prendas bastante reveladoras, y te dices a ti mismo “Dios mío, ¿qué he hecho para merecer esto?”. Entonces con los ojos pelones, giras lentamente el cuello hacia tu izquierda para ver la escena donde, un Juan sonriente y asomando la lengua entre los agujeros de sus dientes, toma el borde superior de la chaqueta militar, encuentra el zipper y con un movimiento fugaz, la abre y aletea los extremos con fuerza como si fuera un pájaro en pleno acto de apareamiento.
Por fortuna, Juan traía puesta una camiseta interior algo agujereada. Por desgracia, su acción causó unas potentes ráfagas de pestilencia en todas direcciones. Por primera vez en tu vida has tenido la oportunidad de oler a un ser humano en la cúspide de su fermentación bacteriana cuyo hedor avinagrado ha exprimido exitosamente unas lagrimillas de tus ojos ahora reducidos a un par de rendijas.
- Hace calor. – Declara Juan.
Sin aguantar más, tomas tu bolsa de comida y huyes al extremo más lejano del vagón mientras Juan te sigue de cerca. En el momento en que te sientas, Juan se sienta a lado de ti, estableciendo contacto total con todo tu costado y colocando su brazo cochino sobre tus dos hombros.
- ¿Y tú cómo te llamas?
- No me acuerdo – Le contestas lloriqueando y encorvándote hacia adelante con tu bolsa de comida entre las piernas y el pecho.
- ¿Traes un churro?
- ¿Qué?
- Un churro – dice Juan en voz bajita, succionando aire por la boca entre sus dedos. – Viejo, ¡a mí me pasa todo el tiempo! Cuando andas acá… tú sabes… que se te cierran ojos y los aprietas juerte y entonces te vas pa’ atrás y pa’ atrás y pa’ abajo y empiezas a dar un chorro de vueltas pero pa’ atrás y entonces aijuesumechapeloni se te va todo el flow flow y ya no te acuerdas ni quién eres ni ón’ tas ni nada de nada. – terminó asintiendo con la cabeza, mirándote a los ojos.
En un santiamén, el metro hace parada en Anáhuac donde se suben dos policías fuera de turno al vagón y antes de que pensaras que era tu oportunidad para salir corriendo, las puertas se cierran y comienza a andar nuevamente. En lo único que piensas es que tienes que ser fuerte: dos paradas más para llegar a Santiago Tapia y estarás casi en casa.
Te paras de volada y tomas asiento en el centro del vagón, justo frente a la puerta y la gata sentada frente a ti, pelando los ojos hacia tu bolsa con comida. Y ahí viene el vagabundo otra vez.
- Mira viejo, no te preocupes si no te acuerdas de nada: te voy a dar chance de dormirte en mi vagón si me das la comida.
- ¡Ya! ¡No te voy a dar nada! – gritas cediendo a la desesperación.
- Joven, es tiempo de Pascua, de dar a los que más lo necesitan. Regálele su comida y verá que nuestro Señor Jesucristo Todopoderoso se lo recompensará con muchas gracias y bendiciones para usted y su familia. – Levantas la vista y, frente a ti, hay un señor delgado portando ropa oscura que resalta la palidez de su rostro y la parte superior de su cabeza calva. Lo último que necesitabas era que este “buen samaritano” desconocido y metiche regalara comida ajena que, además, es tu cena especial, para tu martes especial.
- Mira viejo, también te doy un churro. – te dijo Juan en secreto, poniéndote un papelito con hierba enrollado sobre tu bolsa de comida.
- ¿Qué es esto? No. ¡TEN! – te precipitaste a pararte aventando la bolsa a un lado y sosteniendo el porro con las puntas de los dedos tocando al mismo tiempo el pecho mojado y maloliente de Juan. En ese momento, todos voltean a verte: el buen samaritano, el par de policías, hasta una vieja gorda con pantalones de estampado de leopardo naranja fosforescente y un pájaro disecado como adorno en la cabeza.
El olor de Juan es tan intenso, que estás a punto del desmayo. Todo pasó muy rápido: los policías se pararon y te tomaron de las muñecas, por la espalda, estrujando tu cara contra los asientos. Juan balbuceaba tontería y media ininteligible. La gata arañando la bolsa de comida. El “buen samaritano” acusándote de mal cristiano y drogadicto sin remedio: “perdónalo, Dios mío, porque no sabe lo que hace” y empezó a rezar por que tu alma no fuera masticada eternamente entre las fauces de lucifer en el fuego eterno del infierno. La señora gorda tomando video con su celular gritando “¡Policías abusadores! ¡No más poder al poder!”. Momento. La gata tiene tu comida.
Te avientas hacia atrás tirando a uno de los policías sobre Juan. La gata brinca sobre la cabeza de la señora gorda derribando al suelo, lo que parece ser, una peluca con un pájaro encima. La señora pelona entonces empieza a brincar agarrándose la cabeza y gritando por todo el vagón en un decibel con riesgo de sordera. Estás a un pelo de recuperar tu comida cuando alguien te jala de la camiseta. El “buen samaritano” te pega en el pecho con su palma abierta exclamando “¡demonio, yo te expulso de este templo de Dios!”. Y en el momento perfecto, se abren las puertas del metro en la parada de San Nicolás donde tú lo expulsas a él del vagón.
Cuando volteas nuevamente, la bolsa ha desaparecido del piso. En su lugar, está uno de los policías aplicándole una llave a la señora gorda para que se calme de una buena vez. A lo lejos ves la espalda del vagabundo en su ropa militar, voltea la cabeza lentamente, te mira, sonríe y chupa pervertidamente uno de sus asquerosos dedos sazonados en salsa tártara. Tu salsa tártara.
- ¡NOOOOOO! – Tu cara está roja de furia, te palpita la sien, el sudor se evapora de tu frente, te rechinan los dientes y te encajas las uñas en las palmas de tus manos empuñadas. En ese instante ves a la gata frente a ti, la pateas con fuerza, igualito que Oliver metiendo gol en la final, haciéndola rebotar contra el techo del vagón. En eso, una bola demoledora te cae del cielo y te azota al piso.
- Nooo… mis deditos… - lloras mientras el policía sobre tu espalda te esposa las manos.
La señora gorda ya tranquilizada, se acomoda nerviosamente la peluca, ignorando que tal escena hubiese sucedido. Y el policía que antes la sujetaba, ahora agarró al vagabundo quitándole la comida de las manos y esposándolo también. Quién diría que los policías regios pudieran ser tan eficientes. En fin, una vez habiendo un poco de orden y sabiendo que tu cena había sido recuperada de las cochinas manos de Juan, obedeciste las órdenes de los policías como el presunto culpable que eres. No hubo más que esperar unos minutos hasta que el metro arribara finalmente a Santiago Tapia.
En el momento en que se abrieron las puertas, salió la señora gorda disparada, seguida de ti y el policía sujetando firmemente tus muñecas. Escuchaste que el metro avanzó y volteaste hacia atrás. Sólo estaba el segundo policía con unas esposas en una mano y tu bolsa de comida en la otra.
- ¿Y Juan? – preguntaste desconcertado y enojado.
- Tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga podrá y será usado en su contra.
- ¡ESTO NO ES UNA MALDITA PELÍCULA GRINGA! – gritaste otra vez, ahora embistiendo al policía. Por pura suerte, él no cayó rodando por las escaleras. Los que sí rodaron fueron tus deditos de pescado, lenta y cuidadosamente botando de uno en uno hacia abajo, dejando rastros de su fino revestimiento capeado sobre el regio cemento caliente. Mientras, tú, desplomado en el suelo, te despides en primera fila de la comida que tanto anhelabas, cuando inesperadamente aparece “La Maga” (sin duda, los gatos tienen siete vidas) saltando, desde quién sabe dónde, a saborear tu legítima cena. Mastica frente a ti los deditos de pescado con sus colmillitos malévolos y se lame pecadoramente los bigotes antes de perderse en la oscuridad de la noche.
Tu martes especial… al menos no cenaste sopa Maruchan por veinteavo día consecutivo.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Restricciones al género femenino

Cuando era más joven y tenía unos quince años de edad, tomé un curso de artes marciales para la defensa personal con un profesor sueco durante un semestre. No era la mejor estudiante, pero tampoco era mala y disfruté cada movimiento que aprendí. El siguiente semestre decidí no inscribirla de nuevo principalmente por dos razones. La primera: era la única mujer con deseos de retomar la clase, y a esa edad donde la inseguridad, la inocencia, el miedo y los rumores alrededor son importantes factores de decisión, la balanza no estaba a mi favor. La segunda: mis padres reprobaban mi práctica ya que la consideraban violenta cuando una señorita como yo, debería de estar ocupando su tiempo en actividades que forjaran gracia y delicadeza. Es de conocimiento universal que, aunque los derechos de las mujeres están mucho más restringidos en Arabia Saudita y otros países, el volumen de mi voz aquí también es bastante bajo. Y, afortunada o desgraciadamente, desde pequeña he aprendido las reglas para el juego seguro, razón por la cual mi historial permanece hasta la fecha casi limpio. Bajo estas circunstancias, desistí en silencio y abandoné la idea por completo, mirando de cuando en cuando las prácticas al aire libre de quienes continuaron aprendiendo.
El año pasado, cuando viví en Schwenningen, me topé con un cartelón en la estación del tren, que anunciaba cursos de aquella arte que poco aprendí hace años. Era un reflejo natural pasar por la estación y mirar a mi derecha la fotografía de la mujer lanzando un golpe con su puño derecho. Una explosión de recuerdos y una transportación momentánea a mi adolescencia.
Hoy, como todos los miércoles de este año, voy a ver las películas de cinética después de terminada la clase de dinámica de procesos y control. Pensé que tocaba otra película china con efectos especiales exagerados donde las personas salen volando después de ser pateados por el protagonista. Y así lo fue. Con la sola adición de que se basa en una historia real. De cómo la familia Gong junta varios estilos de Kung Fu y desarrolla la técnica de las 64 manos. Misma que fue perdida en la última descendiente, quien, al mismo tiempo que decidió tomar venganza por la muerte de su padre, obligatoriamente se rindió a votos de no casarse ni enseñar jamás. El maestro que la conoció, no pudo aprender de ella las 64 manos del Kung Fu de la familia Gong. Pero, con sus conocimientos, Ip man, maestro de Bruce Lee, fundó en 1953: el Wing Chun.