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martes, 11 de octubre de 2016

¿Cómo me vuelvo a perseguir?

En qué momento dejaron de importarme las cosas importantes. En qué momento me dejé la vida en otras manos. En qué momento me saqué lo más mío y lo ofrecí por las cáscaras de cacahuates que los elefantes dejan tirados en el piso. Que me engañé pensando que estaba viendo un planeta pero lo confundí con una estrella chiquita que se veía tan cerquita. Ya no hay nadie que me pueda decir que es mentira, porque se apagó la velita pero se encendieron las luces y todo quedó descubierto, crudo y desnudo. Y mira que la palmada no me tiró al piso pero me hizo voltear hacia arriba y preguntarme “¿en qué momento dejé de perseguirme a mí misma?” Qué verdad quieres que te diga cuando me ocultas la mitad de tu vida.

Y también me pregunto por qué me tardé tanto en hacer esto. Porque he llegado al punto donde todo lo que quiero agarrar se me deshace entre las manos, no porque lo agarre fuerte, sino porque antes ya estaba destrozado. O me estoy ahogando en un vaso con agua. Qué quiero. A nadie más le importa.

A veces no quiero nada.
Lo único que quiero es regresar a cómo estaba.
¿Y dónde encuentras la reversa?
Después de conocer algo que te tenía tan contenta.
¿Y qué pasa si lo ignoras?
Y vives con la sombra a tus espaldas todo el día.
Cada que volteas, te persigue y te recuerda
Que aquello que sabes no se calla ni te exige
Pero está colgado de tu cuello 
Y te jala los cabellos
Y no te deja mirar hacia adelante.
Y en un esfuerzo por no caer
Cierras los ojos como si pudieras evitar lo que ya es obvio.
Ya no quiero decirte nada mío.
No tengo ganas de decirte lo que es mío.
Si ya no me tengo a mí, 
Déjame aunque sea lo que me pertenece.
No quiero perderme.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

La trivialidad del nombre

Llegar a un lugar nuevo es una redención. Y una pérdida de identidad.

¿Qué hay en un nombre?

Nunca había tenido tanto miedo de escribir como ahora. Cuando era más joven, hace unos diez o quince años, solía esconder todo en cuentos y los publicaba sin importarme nada. Pero poco a poco comencé a escribir cosas más reales, que me dolían o me hacían sentir bonito. Pero ¿quiénes son los demás para saber mi vida? ¿Qué les incumbe a ellos algo que me pertenece? Quiero escribir para entretenerlos, para enseñarles, para hacerles sentir. Ahora siento que me leen para saber quién soy y qué hago. ¿Y a ellos qué les importa? ¿Y ellos cuándo han venido a contarme sus vidas? Y yo aquí deshaciéndome por tratar de encontrar palabras impecables que describan fielmente los sentimientos que quiero transmitir. Y ellos allá, escondiendo lo que es suyo y criticándome a lo lejos. Hablando cosas, diciendo cosas, imaginándose cosas. Empezando rumores, haciendo suposiciones, especulando y declarando mentiras.

¿Quiénes son ellos para hacerse con mi nombre lo que les venga en gana? No tienen idea, nunca tendrán idea del esfuerzo que realicé para construir mi buena reputación y ganarme el respeto de aquellos cercanos a mí. De las veces que me volteaban a ver porque era alguien a quien querían escuchar, no alguien a quien querían ver. Pero así son aquí. En este pueblo bicicletero. Faltos de distracciones, donde sus prioridades radican en saber qué está haciendo el vecino de al lado. Y el de enfrente, y el del otro lado, y el de atrás, y el vecino del vecino del otro lado de la “ciudad”.

¿Y a ellos qué les importa? ¿Qué hay en un nombre? ¿Qué hay en mi nombre? Ellos nunca lo van a saber porque nunca van a tener los huevos para pararse frente a mí, para conocerme. Van a hacerse de sus rumores y especulaciones siempre. Pero déjalos que hablen. Porque hoy los dejas que hablen y mañana los dejas.