Tantas tintas distintas que existen, todas marcan tu piel. Unas son comunes, se quedan poco tiempo, te marcan un rato, apenas llueve y se desliza la basura hacia abajo haciendo espacio para lo nuevo.
Otros geles falsos de tonos llamativos y fosforescentes engañan tu mente, pero son aún más delicadas que las anteriores.
Por otro lado, siempre está Sharpie: no te deja por meses y meses. Tus logros se graban en tu piel, te recuerdan lo que fuiste y, eventualmente, se desvanecen para dar lugar a más sueños realizados.
Oh tatuajes. Artísticos, abstractos, tantas figuras y significados. ¿Cuántos secretos se revelan a flor de piel justo detrás de las líneas impresas en la carne? Todos intentan descifrarlo pero sólo unos cuantos descubren lo que esconden. Unos dicen “son eternos”, pero yo creo que no lo son tanto.
No hay nada como cicatrices. Horribles y profundas marcas que llevan el color de tu piel y aún así no las puedes esconder. Unas no llegan tan lejos. Otras te atraviesan el alma y el corazón al mismo tiempo. Unas sangran siempre, otras sólo te recuerdan que sí existieron. Unas son largas, anchas y dolorosas. Otras son pequeñas, profundas e infernales.
Ni un trocito de piel se escapa de las marcas.