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jueves, 12 de agosto de 2021

Peoresnada

Estaba en el carro con uno de mis mejores amigos de ese momento y me dijo “es que para él, tú eres su peoresnada”. Él estaba hablando del chavo del que yo estaba enamorada. Pero yo, con él, me sentía miserable, no querida, olvidada. Y hacía sentido que me dijeran “para él, tú eres su peoresnada”. No entendía cómo yo podía ser la “peoresnada” de alguien. Yo que desde que estaba en el kinder, había tenido pretendientes que bateaba y bateaba. Yo que estudié una buena carrera, que sé hablar 3 idiomas fluidos, yo que tengo mis hobbys artísticos y que soy flaquita y, creo yo, bonita. ¿Cómo que no le gusto al chavo que me gusta? No sabía que eso podía pasar. ¿Cómo puede ser posible que no me quieran si todo el mundo toda la vida me ha querido? No entendía por qué pasaba eso. ¿Cómo es que con todo lo que soy y sé hacer y conozco y mi preparación, no le gusto? No puede ser.

Peoresnada.

Peor-es-nada.

Peor. Es. Nada.

Peor es nada.

O sea que, antes de mí, estaban todas las mujeres del universo. Absolutamente todas. Las guapas, las feas, las inteligentes, las tontas, las graciosas, las serias, las jóvenes, las viejas, las gordas, las flacas y hasta el final, justo antes de “nada”, estaba yo.

Porque peor es: nada.

Y tuvieron que pasar un par de años para que me diera cuenta de que, no sólo el chavo que me gustaba y yo estábamos mal, sino también mi “amigo”. Porque después de haberme dicho que yo era la “peoresnada”, tuvo la osadía y desvergüenza de concluir con “pero dale otra oportunidad”.