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domingo, 14 de agosto de 2011

Y en ese momento, con ese simple conjunto de palabras me di cuenta de que me había dado, por voluntad propia, el poder de elevarlo o de romperlo en pedazos. Cruzó el umbral y en éste lugar ya no hay punto medio que pueda salvarlo. Porque él tomó la oportunidad que yo, a sabiendas de mi respuesta, le dí… como la trampa más cruel que solo un monstruo le tendería a un inocente ingenuo. Me sentí como una criatura jugando con los sentimientos de un corazón humano, jugando con los hilos de esta nueva marioneta para mi egoísta beneficio. Porque él no sabe lo que yo sí sé. En ningún momento fue mi intención traerlo a este lugar y sé que sacarlo va a ser tan doloroso como romperlo. Lo sé bien porque la imaginación y los sentimientos se mezclan en las ansias por saber una respuesta. Y en esa respuesta que tanto espera solo cabe un . Un que yo sé que se merece. Un que lamentablemente y estúpidamente no tengo el valor para darle porque a mi maldito corazón no le nace ningún sentimiento cuando estoy con él. Y quisiera no verlo más para evitarle este triste destino, pero el juego no tiene salidas de emergencia. Y la jugada que nos toca me obligará a seducirlo arrastrándolo cada vez más lejos del refugio. Ni él ni yo podemos escapar. Al final solo yo lo podré sacar.

viernes, 24 de junio de 2011

Te me antojas

El día llameante me obliga a refugiarme bajo la pobre sombra de Jacaranda saliendo del verano. Mis pies se refrescan en la almohadilla de flores púrpuras que adornan ahora su base. El aire caliente me abrasa fuerte y juega con mi piel sensible a sus caricias. Después de tanto mirar el paisaje intensamente iluminado por un sol grande y completo, mis ojos comienzan a sentir y llorar suavemente la soledad del momento. El tronco me toma por la espalda y se torna de tal manera que pueda descansar en él, librándome de mis aflicciones. Y a pesar de que el clima es inhumano, me seduce poco a poco hasta que me sometió y caí en el delirio. Y allí donde me adentré en sus mieles, me dio a probar de todos sus sabores: dulces, ácidos, picantes, estimulantes, agresivos, adictivos, intensos e inolvidables. Me dio de beber de todos los colores: translúcidos, brillantes, opacos, misteriosos, embriagantes, peculiares, indiscretos, recelosos. Y mientras me extasiaba, tomó mis manos por las muñecas y dócilmente las paseó sobre mi cuerpo hasta extenderlas encima de mí. Luego se tomó la tarea de recubrir mi piel en aromas extraños y deleitables acostumbrándome lentamente a su esencia. Y así, sin darme cuenta, me adiestró a subsistir de los manantiales que brotaban en las puntas de los dedos de mis pies. Sentí las garras ligeras de las aves que descansaron en mí y conocí la vida de cada una de aquellas que fueron criadas en mis brazos. Atendí sus llantos con susurros y canciones de cuna sin importar mi cansancio. Acepté ser parte del inminente territorio de los canes que se tomaban la molestia de admirar mis piernas desnudas. Soporté las tormentas y las sequías. Desahogué mi amor a la lluvia fresca. Y por haber cumplido el ineludible pacto, cada primavera me llevaba al éxtasis y me regalaba un millón de hijitos morados. Y por un millón de días me alimenté de un millón de soles hasta que Jacaranda se comió la última hebra de mi corazón.

jueves, 14 de abril de 2011

Pensamientos Lejanos

Solía corretearlo día y noche. Me llevaba a lugares desconocidos, nuevos y otros hechos sólo para mí. Me ensañaba lo bonito y lo feo y me ayudaba a salir. Se emocionaba hasta con lo más insignificante y yo le seguía la corriente. Siempre detrás de él, siempre siguiéndolo. Ignoraba los alrededores abrumantes porque siempre me decía “¡Ven! ¡Esto es lo que quieres, lo escogí para ti!”. Así me enseñó mis sueños, mis metas, mis objetivos, mis deseos. Rápido y decidido, me robaba el aliento en cada suspiro y cuando me faltaba el aire, asomaba la cabeza un segundo sobre el agua para respirar profundo y continuar mi destino. Así era yo con él y él conmigo. Los recuerdos son vagos pero creo que así fue toda la vida. Hasta que llegamos a un lugar donde la arena era tan áspera que se me enterraba en las plantas de los pies como un millón de navajas. Cuando sentí que no podía soportarlo más, me dejé caer, con la esperanza de que, inmóvil, ya no sentiría dolor. Y no sentí dolor. No sentí dolor, no sentí alivio, no sentí tristeza ni felicidad, no sentí enojo ni decepción, no sentí. A veces la marea es baja y otras veces me inunda junto con las luces turbias y los sonidos velados. Sólo me doy cuenta de cómo la arena me va absorbiendo poco a poco. A veces pienso “quiero salir”, pero no tengo el corazón para levantarme… él siguió corriendo sin mí. Creo verlo con el rabillo del ojo del otro lado de la costa, avanzando con cada latido, seduciendo el agua impredecible. Me siento capturada en el tiempo y el espacio en una habitación sin ventana por la cual pueda escapar. Mis dedos enclenques no tienen la fuerza para cavar un hoyo por el piso de concreto. Me quedo tirada viendo el techo pensando que no podré salir. Todo se siente tan lejos de mí.

viernes, 11 de febrero de 2011

Escrito

Encontré el amor en las repisas empolvadas de un viejo pasillo. Miles de palabras agrupadas en hojas amarillas de emociones y duras del tiempo largo y recurrente. Pastas rotas por manos ásperas buscando reemplazar la realidad por lo absurdo. Apuntes y notas como si dentro hubiera consejos. Yo sólo encontré amor. Amores correspondidos y amores rechazados pero ninguna página se atrevió a contener el secreto de cómo llegar a él. Ningún espacio entre las líneas me reveló el antídoto para este corazón angustiado. El amor estaba plasmado de la peor forma de todas: escrito. Tan corto, tan plano, tan… incompleto. Es que todavía no entendemos que el amor no existe entre las palabras ni entre los sonidos. El amor existe entre la gente y quien quiera ponerlo de otra manera no sabe nada sobre ello. El amor es la máxima expresión de una persona… y si supiera más sobre eso, seguiría escribiendo (aunque escrito el amor es nada).

Inspirado en “El amor, el sueño y la muerte en la poesía mexicana” de Jaime Labastida.

domingo, 30 de enero de 2011

Calcetas

El primer día, llegué y me senté en un lugar junto al pasillo. Del otro lado y un poco más adelante estabas tú y volteaste para platicar con un compañero sin hacerlo antes de decirme “hola”. El resto de la clase pude observar cómo estabas sentado, cómo te habías peinado aquel día, la ropa que llevabas puesta, las expresiones de la mitad de tu cara, tu perfil, tu sublime sonrisa. Pero más que eso, me fijé en tus calcetas. Es algo que me fascina en los hombres: la inevitable revelación de sus calcetas al estar sentados. He visto todo tipo de pantalones, bastillas, calcetas y zapatos. Es una imagen chistosa, que, después de todo el esmero que le dedican a su arreglo personal exterior, se revele ese pequeñísimo detalle, que para mí, es muy grande.
Llevabas puestos unos jeans con zapatos amarillos de trabajo pesado y cuando estabas sentado, vi tus calcetas negras. Curioso ya que a los chavos de nuestra edad siempre los he visto con las típicas calcetas blancas. Sobretodo a mis compañeros de ingeniería. Pero tú usabas calcetas negras.

martes, 18 de enero de 2011

Deuda

La gente está ganando suelo y se está quedando pegada. No veo que entren en silencio y platiquen. No siento que se conozcan más adentro. No veo que pidan, no veo que deseen. Ya no está de moda asomarse por la ventana y mirar las estrellas. Le dejaron esas prácticas a los cuentos de hadas. Y ahí, en meros dibujos se quedaron plasmados, ni si quiera como recuerdos, pero como simple fantasía.
Ayer, especulando que el universo conspiraba a mi favor, recordé esa anticuada rutina y me dijo mi cabeza “nada pierdes por hacerlo”. Entonces apreté los ojos en medio de la noche y supliqué “por favor, por favor, por favor”. Aunque mi deseo era sencillo y pequeñísimo, no lo lograría sin ayuda del azar, la casualidad y el destino.
Pero alguien debió haberme escuchado, alguien debió haberme visto con los ojos cerrados porque hoy, como nunca antes, mi imaginación se salió del plano y me enfrentó en la vida tal y como la había soñado.