¿Sabes? Ésta es la cosa sobre los escritores, lo único que
pueden escribir es la verdad. Y por verdad no me refiero a verdad de verdades,
sino a su verdad, la verdad que viven cada día, su cruda realidad. ¿Por qué
querría alguien escribir sobre algo tan horrible? Nadie quiere aceptar el lado
oscuro de las cosas, siempre intentan ver el lado positivo. Pero hay veces que
la parte real es tan cruda que te consume, que no hay manera de ver el otro
lado. Es como si de pronto te cayeras a un pozo donde no ves nada más que las
paredes y el cielo se ve tan lejano que ni siquiera se alcanza a distinguir. Y
uno con tal de no aceptarlo, cierra los ojos tratando de imaginar otra cosa
cuando sus brazos no se pueden extender por la limitación del espacio y sus
gemidos retumban en las paredes y resuenan en sus oídos una y otra vez sin que
haya manera de silenciar el sonido. Y los pies van perdiendo piso hundiéndose
en el lodo con mugre debajo de las uñas y lombrices deslizándose lentamente
entre los dedos. Puedes cerrar los ojos para no ver, pero sigues escuchando el
dolor y sigues oliendo la tierra y sigues sintiendo el aire frío y sigues
captando el mismo sabor amargo en el fondo de la lengua cada vez más seco y
prominente que te obliga a abrir la garganta mientras te aguantas las náuseas,
las ganas de vomitar.
¿Por qué querría alguien escribir esto? Yo personalmente
escribo todos mis pendientes en una libreta para no tener que repetirlos una y
otra vez en mi cabeza. Si tengo fortuna, puedo escribir todo para evitar que siga
dando vueltas en mi cabeza. Después de todo soy escritora. Pero cada día más
huraña, más cobarde, más avergonzada. Quisiera poder escribirte algo más lindo
pero me siento de la chingada.
No quiero escribirlo. No quiero aceptarlo.
No me gusta escribir cosas feas.