Entonces se me presentó una de esas oportunidades donde
cuando menos me lo esperaba ya me encontraba a kilómetros de mi familia, mis
amigos, mi universidad y el lugar donde nací con todas sus comidas, sus
personas y sus problemas de la vida diaria. Me encontraba a kilómetros de mi vida
como siempre la conocí, mi rutina y mis preguntas existenciales. Porque ahora
había preguntas más importantes como ¿dónde voy a comprar el shampoo? O al
menos en ese entonces, esa pensaba yo que era una pregunta importante.
Y ahora, seis meses después. Seis meses de vivir lejos de
todo lo que pensaba que definía mi vida y vivir más cerca de mí, me doy cuenta
que muchas personas hacen este viaje con el propósito de encontrarse a sí mismos,
o de encontrar un futuro en la vida profesional o de encontrar una persona
interesante con quien compartir el resto de sus días. Yo no vine con ninguno de
estos propósitos. Podrías bien decir que llegué con la mente en blanco
enfocándose únicamente en las metas a corto plazo como encontrar un lugar con
Wi-Fi para mi iPod.
Pero ahora me doy cuenta que sí me he encontrado a mí misma.
Pero no aquí. He venido a un lugar nuevo con gente nueva, sin prejuicios, sin
expectativas, sin que le importe quién soy yo o qué he venido a hacer. Y esta
libertad me ha permitido crear, no solo una nueva versión de mí, sino muchas.
Me he conocido a mí misma en todos los posibles escenarios en que pudiera
existir. Tanto he disfrutado como he tenido remordimientos sobre las cosas que
aquí he hecho. He conocido que tan lejos puedo llegar en todos los aspectos y
también mis límites. Cada día ha venido con una nueva experiencia, un acierto
que mantener o un error del cual aprender. He cometido muchos errores que me he
dado la tarea de corregir, unos han sido más difíciles que otros y hay ciertas
cosas que ya no puedo cambiar por más que quiera, pero al menos ahora sé qué es
lo quiero para mí.
He venido al otro lado del mundo a darme cuenta que siempre
había sido yo. Que mi versión original de mí es la mejor versión que hay de mí.
Que no necesito recrearme o cambiar ni fingir ser alguien que no soy. He venido
a encontrarme con todas las posibles “yo” que pude haber sido y que ahora he
decidido no ser. Ahora sé que la yo del 304 en el Portal del Huajuco y la del
2501 Sur de Eugenio Garza Sada es la persona que siempre había querido ser. No
estoy diciendo que vaya a quedarme ahí por siempre. Estoy diciendo que, esté
donde esté, si después de un largo trayecto de metas cumplidas y otras por
cumplir, el camino me muestra diferentes direcciones, sé exactamente a dónde a
mirar para recordar mis principios y así tomar la decisión que continúe
formando la persona que soy. Sé exactamente a dónde ir para volver a empezar.