Ayer, especulando que
el universo conspiraba a mi favor, recordé esa anticuada rutina y me dijo mi
cabeza “nada pierdes por hacerlo”. Entonces apreté los ojos en medio de la
noche y supliqué “por favor, por favor, por favor”. Aunque mi deseo era
sencillo y pequeñísimo, no lo lograría sin ayuda del azar, la casualidad y el
destino.
Pero alguien debió
haberme escuchado, alguien debió haberme visto con los ojos cerrados porque
hoy, como nunca antes, mi imaginación se salió del plano y me enfrentó en la
vida tal y como la había soñado.
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