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viernes, 9 de julio de 2010

La Madrileña

He vivido al lado de la vida, mirándola flotar allá. He estado cansado de sus desgracias y sus engaños. He llegado al borde de la muerte, al filo de la daga. Dejarlo todo puede ser la decisión más difícil del mundo, pero una vez tomado el camino, se vuelve más fácil seguirlo. He viajado día y noche hasta llegar aquí, donde siento el fresco de la noche, los escalofríos en mi piel y mis dedos entumecidos. El viento azota mi cabello y lo revuelve en el aire. Una lágrima deja mi ojo y recorre mi rostro, helada, hasta colarse entre mis dientes y me doy cuenta que ya no hay vuelta atrás. El cuarto menguante ilumina tenuemente las rocas que abajo me esperan para quitarme mis miedos y calmar mi dolor. Mis sandalias están rotas queriendo no caminar más. Pero ¿qué más da?, he llegado tan lejos, lo he dejado todo, un momento estoy vivo y al siguiente estoy muerto.

Tengo todo el tiempo del mundo antes de matarme.

Tomo mi cara con mis manos callosas, la estiro y presiono mis sienes para amortiguar el dolor. Extiendo los brazos y las manos al cielo y como siempre que la veo, cubierta de nubes me niega su acceso. Hace ya varios años que no me presumes tus estrellas. Pero ¿qué más da? Estoy casi muerto. Me tumbo en la tierra y el lodo se me pega en las piernas como parásitos. Dejarlo todo puede ser la decisión más difícil del mundo. Y yo ya lo he dejado todo. Me asomo una vez más. Las aguas sosiegas acarician las rocas, mi última vista y mi última instancia. Entonces, estando allá abajo captaste mi atención.

Me deslizaba entre el acantilado, me agarraba de donde podía, varias veces caí unos metros y me golpeé las costillas pero cuando finalmente llegué abajo, vi tu destello verde de nuevo. Posando entre las rocas llenas de musgo me esperabas, como dándome una oportunidad, haciéndome recapacitar. Me corté los pies y las manos para llegar a ti, te tomé con cuidado de no dejarte resbalar entre mis manos y abrazándote contra mi pecho encontré el camino de regreso y me senté en la arena.

Abrí la tapa con cuidado y saqué un rollito de papel húmedo de dentro que se tornaba rosado con el amanecer.

Yo sé que has vivido a lado de la vida, mirándola flotar. Pero también sé que quieres nadar en el río. Quieres sentir la corriente. 
Yo sé que lo has dejado todo. Pero perderlo todo es el lugar perfecto para volver a empezar. 
Vuelve a empezar.

De todas las distintas maneras de terminar mi vida, decidí recorrer media tierra para llegar aquí. Pero no había llegado hasta aquí para quitarme la vida, sino para tomarla de nuevo. Yo sólo sé que en ese momento miré atrás y me di cuenta de las majestuosas montañas que se iluminaban en trozos a través de los pedazos de cielo claro entre las nubes. La enorme vida del océano me dio voluntad y yo tomaré la fuerza llegando a la cima.

Inspirado en el libro “Loving Frank” y la película “The Ultimate Gift”.

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