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jueves, 18 de junio de 2009

Vida y Muerte de una Mojarra

Junio. El día es caluroso, y las pocas ventiscas de aire arrastran consigo las llamas humeantes del sol. A pesar de la extrema temperatura del día, los empleados salen a la palapa y se disponen a comer al aire libre, tan exhaustos y alegres como siempre.
Entre ellos se encuentra una mujer alrededor de los 40 años, de estatura mediana y complexión delgada. Al llegar a la caja lee detenidamente el menú del día. Las enchiladas suizas se han terminado. Observa unas líneas más arriba deteniéndose sobre un platillo atractivo:

Mojarra…………… $45.00

Hace tiempo que no come pescado y, además de que el sabor es de su agrado, ingerirlo ayuda a la elasticidad de la piel. Lo compra. Se acerca a la barra para recibir su comida fijando la vista sobre una guarnición de pasta en salsa verde. El hombre del otro lado le sirve la pasta y lechuga con una rebanada de tomate como guarniciones. Después se acerca a la máquina freidora y saca un pescado. Entero. Esthela siempre pensó que iba a recibir unos filetitos de pescado bien cocidos, pero ver el pescado con todo y aletas, bien frito, la sorprendió. Al principio se sintió rara ¿cómo se iba a comer un pescado entero? ¿Y las espinas? ¿Y la cabeza? Pero los sentimientos de duda se fueron disipando cuando una corriente de emoción ansiaba probar ya ese pescado.

Quién diría que esa mojarra se freiría y se le serviría como comida a una mujer. Quién diría que el pez que saldría de ese pequeño huevecillo criado en una granja de peces, jamás tocaría las dulces aguas de un río o de un lago ni mucho menos viajaría en la inmensidad del océano. Ese pez que convivió con muchos otros, que agitó sus aletas tantas veces, que sintió agua fresca cruzando sus branquias todos los días. Talvez fue la mojarra más ágil del banco, o la más rápida, o la más grande, o la más pequeña, o la más brillante, o la más comilona. ¿Sería hembra o sería macho? Y si fue hembra ¿puso más huevecillos en la granja? Pobre mojarra, talvez nunca supo en lo que se convertirán sus crías.

Pues todas las crías de mojarra que crecen sanas y fuertes, se pescan y se venden a los humanos. Todas las mojarras de esa granja se convierten en comida para humanos. Para eso fueron criadas. Ese era el destino de las mojarras. Incluso antes de que existiera el huevecillo, ya se sabía qué iba a suceder al final de la vida del pez. Y su destino fue decidido por un humano. ¿Cuántos destinos controlan los humanos?

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