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lunes, 23 de febrero de 2009

Desfile

Suave, ondeante, libre. Un pie adelante, otro y otro. En este caso los ojos no te sirven porque realmente no ves nada. Ves luces, luces, luces brillantes, incandescentes, deslumbrantes, abrasadoras, sofocantes, chillantes, reveladoras, acosadoras, fugaces. Tobillo tras tobillo, tus plantas te soportan. Cabello tras cabello se ve el paso elegante. En cada partícula de maquillaje se muestra el trabajo de horas, el trabajo del arte.
Descansa tu peso sobre un pie, sobre el otro. Tus manos tampoco sirven, varas muertas pegadas al cuerpo que se mueven con tanta gracia natural que nadie nota su quietud.
Al fin de cuentas no eres mas que la muñeca de la ropa. De los olanes, de los encajes, de los lazos, los listones y la seda. De las rosas naturales, de los colorantes artificiales. Y de la colonia. Mi primer beso tuvo sabor a colonia y cigarro. Ese amor que me espera en el carro.
Ese amor que me mostró los bordados con piedras, chaquiras, lentejuelas. Ese amor que me enseñó más que sus manías. Me tomó de la mano y me sacó de la tierra para llevarme a lo que se convertiría su estrella. Y cada vez que regreso victoriosa con su triunfo puesto, me recibe en brazos y le digo cuánto lo quiero.

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